NOTA: para alumnos de los Novenos que les falte notas en el 1° periodo
Realiza la lectura del texto y saca 7 conclusiones y que le aporta la lectura en lo personal en el cuaderno. Melva Tique M.
Alimentación y Placer
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El gran
error de nuestra cultura está en la necesaria asociación entre placer y
exceso en cuestiones relacionadas a los sentidos. Cuanta más estimulación de
sensaciones reciben nuestros cinco sentidos, más y más novedad y acumulación
de estímulos se necesita para producir placer. Y esto funciona tanto para los
placeres visuales como auditivos o del gusto. Creer que, en cuestiones de alimentación,
salud y placer van reñidos, es un gran error que puede llevarnos a
importantes alteraciones en muchos campos de la salud.
El
placer en la alimentación no necesariamente está relacionado a grandes
comilonas y rebuscadas preparaciones. Tampoco una dieta saludable se define
por estrictas prohibiciones y aburridas ingestas. Trabajar sobre la
definición de lo que nuestro paladar considera gustoso es modificar una
imposición cultural que muchas veces no nos beneficia. Así lo han entendido
quienes, en situaciones críticas de salud, se han visto obligados
repentinamente a aprender nuevamente a saborear y a encontrarle el gusto a
otros alimentos. Los criterios acerca de lo que es sabroso cambian en las
distintas culturas y regiones del mundo, lo cual demuestra que se trata es de
una cuestión de hábito.
Modificar
esos hábitos en nuestra alimentación, aprendiendo a elegir lo que es sano y a
la vez placentero, puede prevenir muchas patologías como el colesterol, la
ateroesclerosis, las enfermedades cardiovasculares, la hipertensión, etc.
Equilibrio,
Así como el crecimiento intelectual y la cultura crecen de acuerdo a la
cantidad y calidad de los conocimientos adquiridos, la base del bienestar
físico es una alimentación balanceada y natural, pero esto de ninguna manera
significa dietas estrictas y privadas de placer.
Comer
sanamente no significa que tengamos que privarnos de todo lo que nos gusta:
lo mejor es comer variado y saber qué comer, cuándo, en qué cantidades y cómo
presentarlo. Para ello, es necesario tener información básica sobre las
necesidades del organismo, y las combinaciones que admite una alimentación
equilibrada.
También
es necesario disponer el tiempo suficiente para organizar, cocinar y paladear
la comida. El organismo humano está diseñado para conseguir su función óptima
con un régimen bajo en grasas, regular en proteínas, muy bajo en azúcar y
alto en fibra y otros carbohidratos.
Según
los antropólogos, la dieta que alimentó a nuestros ancestros de muchas
generaciones atrás tenía esas características. Al parecer, ellos se
alimentaban mucho más sanamente, atendiendo a sus necesidades naturales y
prestando atención a los mandatos del cuerpo. La dieta actual de las
sociedades occidentales, sobre todo las urbanas, se compone de doble cantidad
de grasas, una proporción mucho más alta de ácidos grasos saturados frente a
los insaturados, un tercio de la ingesta diaria de fibra recomendada, mucho
más azúcar y sodio, menos carbohidratos complejos y escasos micronutrientes.
Para
recomponer este desbalance debemos aprender a elegir los alimentos y
combinarlos en proporciones más sanas, según el siguiente esquema:
Esta es
sólo una guía que puede servir de modelo, pero los nutricionistas advierten
que cada organismo es diferente, debiéndose atender a las señales de saciedad
que emite el propio cuerpo. Los riesgos de una mala alimentación pueden
incluir excesos y defectos, y sus efectos van desde la desnutrición a la
obesidad, pasando por la bulimia y la anorexia.
La
desnutrición se manifiesta fundamentalmente como consecuencia de grandes
problemas estructurales de la sociedad, como la pobreza, marginalidad,
desocupación, falta de educación, etc. La obesidad, en cambio, es una
enfermedad que está muy ligada a problemas en los hábitos de consumo.
Entre
los hábitos que conducen a la obesidad se destaca el consumo de grandes
cantidades de la denominada "comida chatarra": muchas grasas y
azúcares, hamburguesas, tocino con huevos, helados, gaseosas, papas fritas,
etc. Si bien la obesidad se da con mucha frecuencia en los países
desarrollados, entidades como la OPS advierten del crecimiento en sociedades
más carenciadas, como consecuencia de una dieta des-balanceada.
En esas
circunstancias, las personas engordan por el consumo excesivo de harinas:
pan, fideos, arroz, fréjoles, según la región. Otras alteraciones como la
bulimia y la anorexia se deben más bien a los mandatos sociales sobre el
ideal de belleza, sobre todo en la adolescencia y la juventud. Todas estas
cuestiones deben ser aprendidas desde muy pequeño en el ámbito familiar y
escolar. Es prioritario dar un lugar de importancia al momento de la comida,
en el que además de una necesidad biológica se satisfagan la necesidad de
encuentro con los afectos, de diálogo, de comunicación. Cuando las
condiciones de vida no permitan hacer un alto varias veces al día para
sentarse en torno a una mesa y compartir el ritual de la comida compartida,
es preferible elegir al menos uno para respetarlo y repetirlo diariamente.
De ese
modo, el acto de comer con otros constituirá efectivamente un ritual que
transformará el mero acto mecánico de la ingesta en un momento en el que
placer y salud se encuentren a través de la alimentación. Transformar al
comer en un momento de alegría, creatividad y placer no es difícil. Sólo es
necesaria una férrea convicción, algo de buena información y el deseo de
mejorar nuestra calidad de vida.
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